3 cosas que podemos aprender del éxito de Manuel Bartual y una reflexión

La semana pasada, más de cuatrocientas mil personas estuvimos enganchadas al  perfil de Twitter de Manuel Bartual (link) con la historia de sus vacaciones de verano. Para quienes no conozcan al autor, Bartual fue dibujante de El jueves (link) y, tras la autocensura por una portada protagonizada por los Reyes de España, fundó la revista satírica Orgullo y Satisfacción (link). Además, es editor en Astiberri (link), una editorial de cómics y novelas gráficas.

Como todo autor, lo primero que mueve a Bartual es la pasión por explicar historias. En esta entrevista (link) concedida al diario Ara, confiesa que, con el hilo “Todo está bien”, no pensaba ganar seguidores sino divertirse, como siempre que crea ficción. Sin embargo, su cuenta pasó de quince mil a cuatrocientos mil seguidores, todos ellos pendientes de cada uno de sus tuits.

¿Qué nos ha enganchado tanto de su hilo sobre las vacaciones?

Os confieso que, por primera vez desde que me hice mi perfil de Twitter en 2010, he utilizado la función de notificación de tuits de alguien en concreto para seguir este hilo. Bartual consiguió que me enganchara a su historia de tal manera que el viernes por la noche, muerta de sueño, me mantuve despierta para ver qué más se le había ocurrido… Aún sabiendo que mis escasas horas de sueño le dan igual a mi hija y que a las siete iba a despertarme, como siempre.

Pero, ¿qué factores han influido para que su hilo se convirtiera en un fenómeno de masas?

Somos cotillas

Lo primero que percibo es cierto voyerismo en los usuarios de redes sociales. Conocer cosas íntimas como las vacaciones de quienes seguimos tiene un atractivo digno de cualquier portería, y recibimos la información con placer. Además, si empiezan a suceder cosas raras (link), la curiosidad empieza a picar y necesitamos despejar la incertidumbre para saber qué está pasando.

Nos gustan las historias

Desde que la humanidad es tal, las historias han servido para transmitir conocimientos, advertencias y consejos. Al ser humano le resulta atractiva una trama bien formada con un personaje con el que se identifique y que le despierte emociones. Por eso nos gusta la literatura, y por eso nos gusta el hilo de Manuel Bartual: nos apropiamos de su experiencia, en tiempo real, y sentimos incertidumbre, miedo y nerviosismo a la vez que él.

Hay sorpresa, hay retuit

No sé vosotros, pero yo, cuando me voy de vacaciones, no me voy topando con clones míos por ahí. Tampoco encuentro mensajes escondidos en el papel de váter, aunque sí que aparecen lápices como el de Manuel tirados por el suelo (link).

Cada punto álgido de la historia, cada momento maravilloso, nos ha ido sorprendido más y más y nos ha hecho preguntar cuál va a ser el siguiente movimiento de Bartual. Se une nuestra curiosidad a la necesidad de saber las causas de todo ello, así como la diversión que supone especular con lo que va a pasar después.

La importancia de adaptarse al medio

Hasta hace poco, las historias eran cosa de la televisión, el cine y los libros. Con la llegada de internet, sin embargo, tenemos otras plataformas que sirven para contar historias. Aunque Manuel no ha sido el primero en utilizar Twitter para colgar sus relatos, sí que ha adaptado la historia al medio. A través de contenido multimedia ha superado las restricciones de la red social (cuyo límite de caracteres no permite descripciones extensas ni detalladas) y ha mostrado a su audiencia exactamente lo que necesitaba ver para meterse en la historia y, lo que es mejor, creérsela.

Porque había gente que se creyó, de verdad, que todo lo que estaba contando Manual era cierto. Increíble, ¿no?

El pacto ficcional y la vivencia en tiempo real

El lector, cuando coge un libro, pacta tácitamente con el autor una suspensión de la incredulidad. Este pacto ficcional supone que, siempre y cuando el autor sea coherente y verosímil (que no veraz), el lector se trague absolutamente todo lo que lea. Y eso mismo hemos hecho con el hilo de Manuel: hemos dejado que nos convenza de que lo que está viviendo es cierto y, mejor aún, nosotros lo estamos acompañando en tiempo real. Nos engancha haciéndonos partícipes de su historia y nos implica emocionalmente, de manera que no podemos pasar sin saber el final.

Qué podemos aprender del éxito de Manuel

Arriba he intentado esbozar las características del emisor, el mensaje y la audiencia que han hecho que las vacaciones de Manuel hayan causado tanto revuelo. Ahora, sin embargo, expondré lo que podemos aprender de todo lo que ha ocurrido a su alrededor desde el punto de vista de la literatura, la comunicación y las relaciones públicas.

  1. Una obra 100% original no existe, y no hace falta

Me he hartado de ver tuits y más tuits quejándose de que “Todo está bien”, tal como el autor llama a su hilo, no es un contenido original. Es cierto. Es una historia de ciencia ficción en forma circular (y no voy a decir más para no estropeártela si aún no la has leído) y que utiliza las plataformas para ir contando, por capítulos y con pausas dramáticas bien conseguidas, una historia que pone en tensión al lector. A mí me recordó mucho a otras historias creepy pasta (relatos cortos que pretenden poner en tensión o asustar a los lectores y que se hacen a través de internet) como, por ejemplo, mi favorita: Ben Drowned y el cartucho embrujado de Zelda: Majora’s Mask (link). Esta última historia la conocí cuando el autor ya la había acabado así que me hizo mucha ilusión poder seguir los acontecimientos de Manuel y sentirme, como el resto de la audiencia, partícipes de lo que estaba pasando.

Obsesionarnos con la originalidad de la historia es una pérdida de tiempo, especialmente si el público al que nos dirigimos ha leído los clásicos o, al menos, gran cantidad de libros del género en el que nos movemos. Deberíamos de tener suficiente con evitar los clichés más críticos sin preocuparnos de que nuestro arco argumental pueda sonar porque, tal como defendió Joseph Campbell en El héroe de las mil caras (1949) después de analizar las estructuras de mitos y relatos de diferentes épocas y culturas, la estructura básica siempre se repite.

Entonces, ¿el contenido es original o no? No, por supuesto que no. ¿Eso desmerece la obra? En absoluto. Como decía antes, es la confluencia de diferentes características las que han hecho que este hilo haya triunfado tanto dentro como fuera de Twitter.

  1. Un buen trabajo habla por sí solo si es bueno… y hay una masa crítica de seguidores que se hacen eco

Hay cientos de hilos muy buenos en Twitter que no han tenido tantísima repercusión. De hecho, no sabemos si otras personas habían hecho antes lo mismo que hizo Manuel. Sin embargo, él partía de una cuenta con más de quince mil seguidores. Solo con que un 5% de sus seguidores se hicieran eco de su historia nada más publicarla, estaríamos hablando de más de setecientas personas. Setecientos usuarios que retuitearían y mostrarían la historia a todos sus seguidores. Y una parte de estos, a su vez, harían lo mismo.

No estoy desmereciendo el trabajo. En absoluto. Es brillante y, por eso, ha impactado en tantísima gente. Pero no debemos olvidar que tiene que haber un número mínimo de personas que se interesen por tu obra y que la hagan correr porque, sino, es como hablar con una pared.

  1. No podemos borrar el pasado si está disponible en Internet

El domingo, con la historia ya finalizada, empezaron a aparecer algunas voces por Twitter que hablaban del trabajo anterior de Bartual. Como pasé todo el día en reuniones familiares y apenas pude ver el móvil, este tema me pilló por sorpresa. De repente, vi este tuit de Conecta (link) que decía que el perfil de Manuel había perdido diez mil seguidores en una hora.

¿A que se debió? Al parecer, después del éxito del autor, algunos empezaron a buscar su anterior trabajo, quizá para conocerlo un poco mejor o saber de dónde había salido. Al poco, algunos perfiles mostraron algunas de sus viñetas para el jueves y lo tacharon de machista y rancio (link). Eso hizo que algunos de sus seguidores, que no sabían quién era hasta su hilo, se desencantaran con él y no quisieran saber nada más de su trabajo.

Parece ser que las viñetas que salieron a la luz eran antiguas, dicen que del 2009. No lo he podido comprobar. De ser así, estamos hablando de un trabajo realizado hace ocho años. En ocho años, una persona puede cambiar su manera de pensar, para bien o para mal. Mientras tanto, va dejando mensajes, trabajos y demás que se ajustan a sus reflexiones e ideologías.

En la época pre-internet, había que tirar de una hemeroteca en papel muy farragosa de consultar. Ahora, solo hacen falta un par de clics para sacar las vergüenzas, o no, de cualquier autor.

Una reflexión.

A raíz de los tuits que criticaban a Bartual, vi un hilo muy interesante (link) de la autora Iria G. Parente (link) en el que hablaba de la separación entre el autor y su obra y por qué no deberían juzgarse conjuntamente. No puedo evitar pensar que esa separación no ha existido nunca. Me explico:

Cuando nos gusta una obra no podemos evitar sentir cierta admiración por el autor. Me hace pensar en el efecto halo, es decir, el sesgo cognitivo que hace que asignemos a una persona características buenas aunque no sepamos realmente si se las merece. Cuando nos gusta el trabajo de alguien, podemos llegar a pensar que ese alguien es bueno y empezamos a imaginárnoslo simpático, inteligente, culto e, incluso, con las mismas ideologías que las nuestras.

¿Qué pasa, entonces, cuando conocemos a la persona que hay detrás del autor? Que la realidad nos da una hostia en la cara con la mano abierta. Encumbrar a un autor, o que nos encumbren, solo puede acabar mal. No somos perfectos y, lo que es peor, no podemos cumplir con las expectativas de todos nuestros lectores. Sobre todo porque, muchas de ellas, posiblemente se contrapongan.

Sin embargo, creo que debemos hacernos a la idea de que nuestra obra no se va a considerar a parte de nuestros actos o nuestra forma de ser. Siempre queremos que sea nuestra obra la que hable por nosotros pero los lectores no siempre van a dejar que eso ocurra. No sé si es malo, solo creo que es algo humano. Tengámoslo en cuenta.