Patéale el culo al bloqueo del escritor

El post que tocaba hoy iba a tratar sobre la diferencia entre publicidad y publicity. Sin embargo, esta semana he sido consciente de un mal que me tiene paralizada desde hace casi un año: el bloqueo del escritor.

Debes saber que es algo muy común en los escritores y que puede afectarte unos días o durante una larga temporada, después de escribir una novela especialmente intensa o porque el estado anímico en el que te encuentras no es el adecuado. Cuando ocurre, sientes que no puedes escribir más que un par de frases al día y, desesperado, tiras el bolígrafo -o apagas el ordenador- y te hundes en tu propia miseria, cosa que contribuye a ahogarte aún más en tu bloqueo.

Maternidad y escritura: de cuando vino mi bloqueo

Tengo unos cuantos proyectos abiertos. El primero, una novela de fantasía larga y densa en la que llevo trabajando bastante tiempo y que me gustaría que viera la luz el año que viene. El segundo, una novela de ciencia ficción ya estructurada que está esperando a que me eche a escribir. El tercero -tercer y cuarto, en realidad- dos blogs que me piden tiempo: el que estás leyendo ahora y Letras desde Mocade, donde publico un relato y un artículo al mes.

No vivo de la escritura así que, además de lo anterior, he de sumar el trabajo a jornada completa y una carrera que estoy a punto de acabar. También un curso de escritura que empieza el próximo octubre.

Sí, son muchas tareas. Y hasta hace algo más de un año y medio era capaz de llevarlo mejor que bien. Entonces, ¿qué ha pasado para que, de repente, mi cerebro haya dicho basta?

Que en enero de 2016 tuve a mi hija.

Ella es lo más bonito de mi universo. Un proyecto enorme y compartido con el que disfruto y aprendo día a día. Nunca hubiera pensado que el mundo pudiera ser tan interesante visto a través de los descubrimientos de mi hija, y una de sus sonrisas es suficiente para alegrarme la tarde, el día y toda la semana. No me imagino mi vida sin ella y no puedo acordarme de cómo era antes.

Y no puedo negar que agota. O, mejor dicho, que me es difícil encontrar un momento en el que descansar. Las noches son movidas y los días, más. Así que, cuando tengo un momento para mí porque ella duerme o está con su padre, no tengo energía para el esfuerzo mental que supone ponerme a escribir.

Cada día me digo a mí misma que necesito descansar y, a la vez, me siento mal por hacerlo. Me siento vaga. Y, cuando consigo superar la pereza y me pongo a escribir, me releo y me doy cuenta de que es horrible.

Es como si me hubiera metido en un agujero lleno de detritus y no pudiera parar de chapotear en él.

Las causas

Hay un millón de sitios en los que encontrar técnicas para vencer el bloqueo. Sin embargo, a mí me gusta saber cuáles son las causas de un problema para decidir cómo enfrentarme a él.

Como ya has visto, la causa principal de mi bloqueo es el cansancio físico y mental. En el momento en el que mi hija duerma mejor por las noches y me necesite menos durante el día, parte de este cansancio desaparecerá y, por ende, mi rendimiento volverá a ser el que era. Porque, ahora, echo de menos escribir. Echo de menos tener un problema en el curro y tardar pocos minutos en solucionarlo. Echo de menos conseguir matrículas de honor y ahorrarme un dinerito para la siguiente matrícula, que la pela es la pela, nens.

El cansancio es mi gran enemigo pero, ¿es el único motivo que puede provocar un bloqueo? En absoluto. Veamos el resto:

La falta de hábito

A veces pienso que hacer deporte y escribir son actividades que requieren de una fuerza de voluntad similar. Además, a todos nos cuesta un poco hacer cualquiera de las dos cosas pero, una vez que lo conseguimos, nos sentimos mejor física y mentalmente.

Lo mejor para hacer deporte de manera continua y, también, para escribir, es construir un hábito. Cuanto menos lo practicas más pereza da ponerse y peor te sientes contigo mismo, pero si has encontrado un hueco en tu agenda y lo mantienes, esa actividad entra en la rueda de la rutina y ya no puedes pasar sin hacerlo.

La solución: buscar un momento de paz y tranquilidad, sentarte delante de la hoja en blanco y escribir unos minutos. Al día siguiente, repetir. Y al otro. Aunque sean dos frases, eso da igual. Lo importante es acostumbrarte a hacerlo.

El perfeccionismo

Este es otro de lo males que me aquejan. Algunos queremos que salga perfecto a la primera aunque sepamos que va a tocar corregirlo mil veces. Sin embargo, ¿qué pasa cuando no es así? Que nos cabreamos por nuestra falta de habilidad y nos desanimamos, mandándolo todo a la mierda. Nos convencemos a nosotros mismos de que haríamos mejor dedicándonos a, no sé, el cultivo del tomillo, y colgamos los lápices antes de haber empezado en serio.

La solución: seguir escribiendo mientras te muerdes los labios por dentro hasta que sangren si así eres capaz de controlar al pequeño crítico literario que te da patadas en los higadillos. Y, quizá, lo más importante: no corregir hasta que hayas acabado.

Si te paras a corregir o alguien se pone a corregirte sin haber acabado antes, es posible que veas miles de errores (que sería lo más normal) y te paralices como si Medusa te hubiera guiñado un ojo de forma lasciva.

Baja forma psicológica

Escribir es un trabajo que nos revuelve mentalmente, tanto con el fondo como con la forma. Si te sientes inseguro o poco capaz, todo lo que escribas te parecerá una mierda. Si estás deprimido o tienes algún otro problema, es posible que lo vuelques en la escritura y enfrentarte a tus propios problemas puede llegar a ser muy duro, incluso paralizante.

La solución: Quienes me conocen saben que defiendo a ultranza que se debe acudir a profesionales cuando hay algún problema psicológico. Además de la ayuda de un psicólogo o psiquiatra, la escritura catártica puede ayudar. Muchos escritores consiguen liberarse de sus miedos o transformar sus pasiones a través de la escritura.

Si este es tu caso, no pierdes nada por intentarlo.

Dale una patada en el culo al bloqueo

La semana pasada estuve pensando en tomarme unas vacaciones de mis obligaciones de escritura para descansar mente y cuerpo sin remordimientos. Pensé que no pasaría nada si este blog estaba un par o tres de semanas sin actualizar y que mis compañeras de Mocade sabrían cómo cubrirme. Cuando ya casi lo tenía decidido, me dio por acudir a San Google y buscar cómo se supera el bloqueo.

Lo que pasó después te sorprenderá.

Igual que las soluciones que te he puesto en el apartado anterior, la respuesta a todas las preguntas que le hice a Google siempre, siempre, era la misma: escribir. Es la única manera que tienes de coger al bloqueo por el cuello y pasarle por la cara todas las hojas llenas de tu apretada escritura para que se entere de que sobra en tu vida. Que por mucho que se siente sobre tu espalda para que no te levantes, tú conseguirás darte la vuelta y darle una patada en el culo. Que, aunque seáis viejos amigos, ya has pasado página y que ni siquiera lo recordarás con cariño.

Todo, todo eso pasará cuando vuelvas (volvamos) a coger el hábito de escribir. Es muy probable que lo primero que escribas no sea bueno. Es posible que ni siquiera te guste demasiado, o que te parezca innecesario. Pero será tuyo. Y, si ni siquiera tienes fuerza para intentarlo, quizá es que deberías empezar a plantearte si escribir es realmente lo que quieres o si deberías dedicarte a cultivar tomillo.

Sé sincero contigo mismo y, si realmente necesitas escribir, ponte a ello.

Imagen de Henry Hustava en Unsplash